sábado, 17 de agosto de 2013

La gente ya no sabe qué hacer para ligar.

     Esta mañana estaba yo relajadamente espatarrado, combatiendo el calor y la humedad, hasta que algo, o mejor dicho, alguien me ha despertado de mi vagancia matutina. Yo siempre he dicho que me gusta hablar con desconocidos, ya sea de fiesta, tomando un café o donde es más fácil, internet, pero lo de hoy ha sido  hasta raro para mi. A eso de las once me dio por mirar el móvil, y tenía un guasap de un número desconocido, al principio pensaba que sería alguien de mi lista de contactos, por que ayer por arte de magia no me aparecían los nombres en el whatsapp y hoy continúa así. Al leer un "Ola", pensé que sería una de mis primas queriendo conversación, pero por si acaso fui a comprobar sus números, parecía que no era alguien conocido. Y empezó la conversación:

     La horrible y  peculiar forma de hablar ya no me inspiraba confianza, y la presentación de "Marcos de vlc y tu", me dejó todo claro, es la odiosa forma de hablar de la gente que va buscando rollo/ligar/sexo por chats, que a esa fauna ya la tengo estudiada. Así que empecé a pensar quién había podido ser el graciosillo que había puesto mi número en algún chat. Pero...
     ¿Qué cojones? ¿En serio? ¿La gente se dedica ahora a hacer esto? Ir poniendo números a ver si le toca la lotería, y si cuela cuela y si no, se la pela literalmente. La gente no deja de sorprenderme, pero bueno, al menos el tipo me entretuvo un rato, ya que no duró mucho más la conversación con Marcos. 

     Supongo que después de esto pondría otro número y vería a ver que sucede, suerte Marcos. Aunque sigue siendo bastante sospechoso para mi, porque que coincidencia que Marcos, también de Valencia y gay/bi me haya encontrado. Por que la idea de que vaya probando todos los números posibles a ver si da en el clavo me perturba demasiado, además, su primer mensaje es a las 8:26 de la mañana. ¿Habría estado Marcos enviando mensajes desde que se despertó a todos los números? ¿Llevaría la noche en vela intentando ligar así? ¿Ocurrió lo mismo en Marte?

miércoles, 17 de julio de 2013

Mi vecino Totoro.

No sé porque he puesto ese título, ahora parecerá aún más una perversión. Una de las fantasías más tópicas, que suele tener mucha gente o que se suele comentar con normalidad, es la del vecino buenorro. Pues yo, que vivo en una finca con once pisos, con cuatro puertas por planta y además compartiendo patio con cinco portales más, nunca me ha llamado la atención ningún vecino. Pero la cosa ha cambiado hace un par de días. 
Como cada mañana, recién despertado fui a levantar la persiana de la ventana que mi madre me obliga a bajar en verano, retiro las cortinas y echo una ojeada como cada día la calle. Cuando estoy apunto de irme, no se porqué la verdad, miro hacia abajo ¡y gracias a quien sea que miré hacia abajo! Me encuentro al vecino de dos piso por debajo del mio, de la fachada pegada a mi finca, tendiendo en el balcón en gayumbos. Qué bueno que está. Yo, claro está, me quedé embobado, hasta que de repente él mira hacia arriba, hacia donde estoy yo, supongo que tendría la sensación de "alguien depravado me está mirando". Yo, sin saber que hacer, se me escapó una pequeña sonrisa y me retiré rápido de la ventana. Como un total pervertido que espía a la vecina con telescopio.
La verdad es que no se si él me llegó a ver, o sólo le dio "esa" sensación y miró hacia arriba, porque era de día, la luz de mi habitación estaba apagada y no se si él vería un reflejo en la ventana o a mi. No lo sé. Pero yo ahora siempre que hago el mismo ritual, añado lo de mirar hacia abajo, no sé, por si hay alguien semidesnudo tendiendo en el balcón...

lunes, 3 de junio de 2013

Y la duda la cambió por completo.

No se si es por la situación que me rodea últimamente, pero creo que el peor sentimiento que uno puede sentir es la impotencia. El no poder cambiar las cosas, no poder solucionar las cosas. Vivirlo y no poder hacer nada. Y por desgracia, en poco tiempo este sentimiento me ha rondado bastante últimamente, o soy yo, que lo quiero todo. 
Impotencia al verse morir a alguien y no poder hacer nada. Impotencia cuando una amiga llora delante de ti mientras te cuenta como se muere poco a poco la persona que más quiere en el mundo, que le han arrebatado tan pronto. Impotencia al no poder conseguir que las cosas cambien. Esos momentos en que no sabes que decir, como actuar, estás nervioso, aprietas los puños y tienes ganas de gritar, o de decir una de esas frases que lo solucionan todo. Pero no.
Todo parecía ir bien, y ahora tú, Valiente. La que me llamaba a mi valiente ¿Qué te está pasando? ¿Qué te ha pasado? Sé que no te estás muriendo, y sé que no vas a leer esto, pero lo que si que sé, es que si sigues así acabarás muriendo, al menos por dentro. En menos de tres meses ya te he visto llorar delante mío más que en todo el tiempo que te conozco. Llorar de miedo. Y yo sin poder hacer nada. Lo intento, de verás que lo intento y digo lo que creo que es correcto, aunque a veces hasta tus razonamientos me hagan dudar. Pero hoy me has demostrado que no, estabas aterrada y has decidido seguir por ese camino. Aún dudo si es el correcto, pero algo me dice que no. Y aunque la impotencia me invada, Valiente, espero estar siempre ahí y que tú también lo estés.
Alguien me dijo una vez, "Lo peor que puede hacerte alguien, es hacerte elegir". Yo lo he cumplido, me está costando, pero lo estoy cumpliendo, sin embargo, la moral y la verdad por la que tu estás sufriendo ha destruido hace mucho esa libertad. Estás muerta de miedo, controlada por él y necesitas volver a ser la Valiente que nunca se agazapaba. Te aseguro, que yo también estoy aterrado.

miércoles, 15 de mayo de 2013

El marido del peluquero.



Desde que estoy en Barcelona nunca he ido a la peluquería, siempre aprovechaba al bajar a Valencia para cortarme el pelo. Allí, lavarme y cortarme mi horrible cabellera me salía por diez euros, aquí todas las peluquerías rondan los veinte euros, y eso asusta. Pero como ya tenía el pelo larguillo y aún faltan casi dos meses para que vuelva a pisar las tierras de la paella, he ido a la peluquería, con dolor de bolsillo y pereza, pero he ido.
He escogido una que ya había visto alguna que otra vez y me pillaba cerca de casa, está al lado del mercado de Sant Antoni. Al llegar me han recibido con un pequeño descuento a menores de veinticinco años ¡Ueh!, y al sentarme a esperar me he percatado de que estaba sonando de fondo iamamiwhoami, esto no podía salir mal. Creo que eran un matrimonio, y su hijo o quizás, un tipo contratado. La cosa está en que eran una pareja y un chico joven, un par de años mayor que yo quizá. Él es un modernillo, con parte de los lados de la cabeza rapados y un flequillo largo colocado de forma elegante pero desordenada, con tres piercings en una oreja, una pequeña dilatación en la otra y otro pircing en el labio inferior; una barba de tres días, una camiseta morada con dibujos indies y unos pitillo negros. Vamos, un moderno de manual, que tenía gafas de pasta y todo. Aunque yo me juré no juzgar rápidamente a la gente, al verlo no pude evitar pensar algo así como "Madre mía, qué modernillo" y venir a mi cabeza cierta canción de putilatex.
Al cabo de tres minutos se acerca el susodicho y se presenta dándome la mano, en plan trato cercano con el cliente, y me dice que si tengo calor me podía quitar el sueter y colgarlo por ahí. Me quito el sueter y dejo ver mi camiseta de Rammstein que me regalaron hace tiempo, y que ya no recordaba que llevaba puesta, noto que él se fija y me acompaña hasta donde me lavaría el pelo. En el preciso momento que empezó a masajearme la cabeza yo ya caí rendido a sus encantos, y es que a mi me tocan un poco la cabeza y ya me enamoro y si me tocan otra cosa ya... Me encanta ir a que me corten el pelo, es algo que me puede, casi orgásmico para mi, y este chico lo hacía fenomenal. A pesar de aparentar ser homosexual a primera vista, es peluquero y es moderno, he salido de allí con serias dudas. Sus manos me encantaban, bastante grandes y calientes, y no hablemos de la voz, qué voz, de locutor de madrugada en la radio. Además era guapo. Nunca pensé que me pillaría por un modernillo, pero ahí estaba yo, recordando "El marido de la peluquera" y pensando en pedirle matrimonio al salir. Al final, después de una corta conversación sobre el pasado concierto de Rammstein en Barcelona, me despedí con un "Muchas gracias, y que vaya todo bien".

"Mi amor, me voy antes de que tú lo hagas, me voy antes de que tu deseo muera. Entonces nos quedaríamos sólo con el afecto, y sé que eso no será suficiente. Me voy antes de convertirme en alguien infeliz, me voy disfrutando el calor de nuestros abrazos, tu olor, tu apariencia, tus besos. Me voy con los recuerdos de mis años más amados, aquellos que tú me diste. Te beso ahora con tanta ternura que moriré por ello. Siempre te he amado. Te he amado sólo a ti. Me voy para que nunca me olvides, 
Mathilde."

Para modernos ya estoy yo.

martes, 14 de mayo de 2013

Simple.


Un soplo. Fue exactamente como contaban las canciones de la radio, fue así, tan simple y tan cierto. Le conoció y su vida se aceleró al mismo tiempo que se pausó en un instante perpetuo, para reanudarse como un parpadeo, ahora, ya sin él. Al desaparecer de su lado fue cuando abrió los ojos y contempló su alrededor, se dio cuenta de todo lo que había pasado mientras ella vivía, o soñaba, quien sabe. Por que fue como eso, un profundo sueño del cual al despertar no sabes exactamente cuanto tiempo ha pasado. 
Se quisieron tanto que ni se hicieron fotos, se quisieron tanto que no pensaron en el futuro ni en el pasado. Ahora ella no podía recordar los momentos, como se imaginaba de pequeña, mirando con paciencia las páginas del álbum. Pero no le hacía falta, se quisieron tanto que ahora él vivía en los aromas, en el tacto, en los sonidos y en los recuerdos que no se borrarían. Se quisieron tanto que no hay un día en que no llore al recordarlo, ni sonría al añorarlo.

¿Qué sería yo sin las cursiladas? Gracias a un tweet y una palabra.

lunes, 13 de mayo de 2013

Barrio.


Llevaba tres días deambulando por el mismo barrio, recorriendo sus calles a paso lento que de vez en cuando se volvía acelerado. Ya empezaba a conocer sus olores, sus rostros, sus pulsaciones y su vida. Sin embargo no había encontrado todavía el rastro que andaba buscando, a pesar de que algo le decía que él vivía ahí. Ya creía empezar a conocer acerca de su carácter, sus gustos y su forma de ser a través de las calles y las gentes que veía durante todo el día. Cuando se cansaba cerraba los ojos y le imaginaba, recordaba su ropa, sus gestos, su forma de andar y su sonrisa.
Siempre le había gustado hacer este tipo de cosas, estos comportamientos que se salían de lo común, intentando hacer de su vida parte de un guión de una película europea, una de estas que hablan de la vida misma, como él se decía, una francesa o española, e incluso italiana, quién sabe. Empezaba su recorrido por el lugar y la hora donde se cruzó con él por primera vez, por si volvía a darse la casualidad, ya que la segunda vez también lo vio venir girando la misma calle y a la misma hora, pero volvió a dejar escapar su sonrisa. Esta vez no, esta vez no le dejaría ir, esta vez había ido a por él.
Sin embargo sintió arrepentimiento de haber vuelto a ese barrio, se le paró el corazón cuando lo vio a lo lejos al girar una esquina, fue inesperado y al principio pensó que su cerebro le estaba engañando. Pero no, era él. Sus gestos, su forma de vestir, su forma de caminar. Se sintió estúpido, pequeño ante el universo. Caminó intentando simular sus nervios, como un vecino que va a por el pan y cuando pasó a su lado, volvió a ver ese esbozo de sonrisa y esa rápida mirada. Esta vez no.
- Perdona -Le paró, y como si se tratase de un guión, buscó una de esas frases, de esas de las películas- ¿Crees en las casualidades?

domingo, 5 de mayo de 2013

En busca de compañero de piso.

Si hay algo en esta vida que no me gusta nada es hablar por teléfono. Yo soy de esas personas que responden con un "Sí", "Vale", "Ajá" y "Hasta luego". Pero si hay algo que me gusta menos es hablar por teléfono con un desconocido, y algo peor aún es que no paren de llamarte por teléfono desconocidos durante "x" días. Conclusión, he decidido odiar tener que buscar un compañero de piso.
Cuando vine a Barcelona éramos tres, decididos a buscar un piso para los tres, uno se encargaba de llamar  a las casas y gestionar casi todo, obviamente yo no era, por las razones planteadas al principio del post. No hubo mucho problema, pero ahora que tengo un ex-compañero de piso me ha tocado buscar un compañero nuevo, y lo digo en singular por que mi otra compañera no estaba, digamos, disponible para hacerlo. Ha sido una de las semanas más tortuosas de este año, poner los anuncios por internet y recibir llamadas cada dos por tres. Horrible. Aún así no he superado mi odio al teléfono, creo que ha aumentado. 
Lo que si que me ha quedado claro es que existe verdaderamente gente rara, rara de cojones, en básicamente tres días se han paseado por mi casa todo tipo de personajes, de todas las nacionalidades. También he descubierto que alguien me puede enamorar sólo escuchando su voz, aunque luego el cabrón no aparezca. Y a lo que si que doy gracias ahora es a las nuevas tecnologías, ya que gracias a Buda algunas personas me contactaban por guasap, y me libraban del terror de tener que socializar con alguien de forma oral, laformaoralaburrida. Podría realizar una clasificación en 4 tipos de personas que buscan una habitación, que son los siguientes:
1.- Los fantasmas: Estos individuos parecen totalmente normales, pero son los peores, hablan contigo, determinan una hora y un día, como todos los demás y luego no aparecen. Te dejan esperando a ver si llegan y no vuelven a dar ningún tipo de señal de vida, ni si quiera por guasap, ni te dicen que no van, que llegan tarde o que se les ha muerto el canario. Desaparecen. Dentro de esta tipología podríamos incluir los llamados "Te prometo el sol pero luego te doy una bombilla". Estos pueden estar dentro de cualquier otra tipología, aparecen en el lugar indicado y ven el piso, te dicen que les ha gustado mucho, que están encantados, y que al día siguiente te llamarán por "x" motivos, ya sea por un "Tengo que pensarlo", "He quedado con otros pisos" "Mi madre está de parto" y luego, desaparecen. Ambos se resumirían con un: maleducados.
2.- Los que echan un vistazo: Estos son los más cómodos, aunque creo que al final son los menos prácticos. El nombre les viene que ni pintado, es así, literal, echan un "vistazo". Llegan y en menos de cinco minutos ya se han ido, son como yo al teléfono: "Hola¿Qué tal?, "¿La cocina?", "¿El baño?", "La habitación?", "Vale, adiós, ya te llamaré". No hacen preguntas, no hacen ningún tipo de socialización, viene con un objetivo claro, lo realizan y se van. Te sientes incluso sucio y utilizado.
3.- Los que te venden al hijo: Esta tercera tipología normalmente no contacta contigo por teléfono, lo hace por mail o por guasap. Son gente que normalmente no está en la ciudad, y quieren alquilar el piso sin ni siquiera verlo, y van a hacer lo que sea por que les des la habitación. Te ofrecen pagarlo ya, pagar un poco más, limpieza extra, hacerte favores,  ¡lo que sea! A mi generalmente, eso no me inspira ninguna confianza.
4.- Los que alcanzan el nirvana: Este último tipo se caracteriza por llegar a un nivel de éxtasis al ver el piso. Realizarán una serie de elogios hacia la vivienda y hacia tu persona, y su frase más empleada es "Es lo mejor que he visto hasta ahora" o "¿Cómo habéis conseguido este piso?". Y a esta última tipología pertenecen mis nuevos compañeros de piso, si, en plural por que son una pareja de italianos.